martes, 25 de febrero de 2014

ROMEO Y JULIETA, acto III, escena V

                                            

(Alcoba de Julieta. Entran esta y ROMEO.)

JULIETA
¿Quieres dejarme ya? Aún dista el amanecer: fue la voz del
ruiseñor y no la de la alondra la que penetró en tu alarmado oído.
Todas las noches canta sobre aquel granado. Créeme, amor mio,
fue el ruiseñor.

ROMEO
Era la alondra, la anunciadora del día, no el ruiseñor. Mira, mi bien,
esos celosos resplandores que orlan, allá en el Oriente, las nubes
crepusculares: las antorchas de la noche se han extinguido y el
riente día trepa a la cima de las brumosas montañas. Tengo que
partir y conservar la vida, o quedarme y perecer.

JULIETA
Esa luz no es la luz del día, estoy segura, lo estoy: es algún meteoro
que exhala el sol, para que te sirva de hachero esta noche y te
alumbre en tu ruta hacia Mantua. Demórate, así, algo más; no tienes
precisión de marcharte.

ROMEO
Que me sorprendan, que me maten, satisfecho estoy con tal que tú lo
quieras. No, ese gris resplandor no es el resplandor matutino, es sólo el
pálido reflejo de la frente de Cintia; no, no es la alondra
la que hiere con sus notas la bóveda celeste a tan inmensa altura de
nosotros. Más tengo inclinación de quedarme que voluntad de
irme. Ven, muerte; ¡bienvenida seas! Así lo quiere Julieta. -¿Qué dices,
alma mía? Platiquemos; la aurora no ha lucido.

JULIETA
Sí, sí, parte, huye, vete de aquí. Es la alondra la que así desafina,
lanzando broncas discordancias, desagradables sostenidos. Propalan que
la alondra produce melodiosos apartes; no es así, pues que deshace
el nuestro. La alondra se dice que ha cambiado de ojos con el
repugnante sapo: ¡oh! quisiera en este momento que hubieran también
cambiado de voz; pues que esta voz, atemorizados, nos
arranca de los brazos al uno del otro y te arroja de aquí con sones
que despiertan al día. ¡Oh! Parte desde luego; la claridad
aumenta más y más.

ROMEO
¿Más y más claridad? Más y más negro es nuestro infortunio.
(Entra la NODRIZA.)

NODRIZA
¡Señora!

JULIETA
¿Nodriza?

NODRIZA
La señora condesa se dirige a vuestro aposento: es de día, estad
sobre aviso, ojo alerta.
(Vase la NODRIZA.)

JULIETA
En tal caso, ¡oh ventana!, deja entrar el día y salir mi vida.

ROMEO
¡Adiós, adiós! Un beso, y voy a bajar.
(Empieza a bajar.)

JULIETA
¡Amigo, señor, dueño mío! ¿así me dejas? Necesito nuevas
tuyas a cada instante del día, pues que muchos días hay en cada minuto.
¡Oh! Por esta cuenta, muchos años pesarán sobre mí cuando
vuelva a ver a mi Romeo.

ROMEO
Adiós; en cuantas ocasiones haya, amada mía, te enviaré mis
recuerdos.

JULIETA
¡Oh! ¿Crees tú que aún nos volveremos a ver?

ROMEO
No lo dudo; y todos estos dolores harán el dulce entretenimiento
de nuestros venideros días.

JULIETA
¡Dios mío! Tengo en el alma un fatal presentimiento. Ahora, que
abajo estás, me parece que te veo como un muerto en el fondo de
una tumba. O mis ojos se engañan, o pálido apareces.

ROMEO
Pues créeme, mi amor, de igual suerte te ven los míos. El dolor
penetrante deseca nuestra sangre. ¡Adiós! ¡Adiós!
(Desaparece ROMEO.)

JULIETA
¡Oh fortuna! ¡Fortuna! La humanidad te acusa de inconstante. Si
inconstante eres, ¿qué tienes que hacer con Romeo, cuya lealtad es
notoria? Sé inconstante, fortuna; pues que así alimentaré la
esperanza de que no le retendrás largo tiempo, volviéndole a mi lado.

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